Reconstruir un rostro reconocible es fácil: recordamos bien a todos nuestros amigos. Sin embargo, un retrato concreto y bien conseguido está compuesto por múltiples capas de imágenes. Ninguna imagen pintada ni ninguna mirada sostenida puede separar el tiempo del proceso de reconocimiento. La fotografía instantánea parecería, aún y así, capaz de hacer justamente esto en el tan anunciado instante decisivo. Pero un momento es una eternidad a una escala diferente. Billones de fotones llegan en un “instante” y el sujeto no puede ser, por la propia definición de ser vivo, exactamente el mismo al principio y al final del “momento decisivo”. ¿Cómo reconstruimos entonces un retrato estático a partir de esta información temporal?
Posible de olvidar es una aproximación a esta pregunta. Prsentándonos imágenes que parecen multiplicarse ante nuestra mirada, nos recuerda que aquello que percibimos como único a nuestra escala depende de la reconstrucción de una ficción conveniente. Recordar a gente que conocemos, pero a quien hemos parcialmente olvidado requiere que nuestras mentes reconstruyan, a partir de algunas imágenes parciales, un posible retrato que puede o no ajustarse a la realidad. Este retrato imaginario es, sin embargo, una representación perfecta de lo que hemos retenido del sujeto en cuestión: una interpretación subjetiva de las emociones y las experiencias que perduran ligadas a una gran dosis de olvido.
|
|