La forma, como se define normalmente, implica la creación o el reconocimiento de los límites. Así pues, comprender la forma y cómo se genera (morfogénesis) requiere dilucidar el límite esencial de los elementos dentro de la continuidad de la materia y el tiempo. El desarrollo embrionario ejemplifica la importancia de la forma que en este contexto se ha equiparado, a lo largo de la historia, con la perfección divina, con el potencial de desarrollo, la constante evolución, el resultado de la oportunidad y necesidad ciegas e incluso al diseño inteligente. Es posible que dichos asuntos políticos y filosóficos estén de hecho, relacionados con los límites, y los límites a su vez se relacionen íntimamente con el poder. La idea de la forma, es entonces una necesidad biológica y una poderosa herramienta ideológica.
Paisajes Mínimos representa una exploración de la forma en su esencia desprovista de elementos distrayentes. Las imágenes fotográficas muestran islas negras formando archipiélagos de significados implícitos y explícitos, que se convierten en paisajes imaginarios dentro de la mente del espectador. Las imágenes de Paisajes Mínimos son condensaciones de paisajes clasificados en diferentes límites y las aproximaciones de formas vivientes reales en la perfección minimalista clásica (la esfera, el cubo…) Ellas representan el resultado de una extensa meditación sobre el significado de los paisajes, consiguiente a mi serie previa Paisajes Embrionarios. Los contenidos de Paisajes Mínimos no son estáticos ni carentes de profundidad. En sus formas, ahora perfectas, algunas hermosas y otras monstruosas, está presente la semilla de la novedad representada como límites subliminales imperfectos que anuncian la posibilidad de cambio. El poder de un paisaje recae en las posibilidades y combinaciones de significados codificados en sus límites esenciales y aún imperfectos. El poder de crear imágenes yace en la habilidad de dictaminar o restringir sus límites y con ello sus significados.
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